SEGUNDA PARTE


APLICACIÓN DEL MODELO HERMENÉUTICO DE LA TEOLOGÍA DEL DERECHO CANÓNICO A LOS CÁNONES SELECTOS SOBRE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS



Tabla de contenido







       a) Lc 4,33-37: 509
       b) Lc 4,38-39: 511
       c) Lc 4,40-41: 513
       d) Lc 5,12-14: 514
       e) Lc 5,15: 516
       f) Lc 5,17-25: 516
       g) Lc 6,6-10: 519
       h) Lc 6,17-19: 520
       a) Lc 7,1-10: 523
       b) Lc 8,26-39: 525
       c) Lc 8,43-48: 527
       d) Lc 9,38-42: 528
       f) Lc 14,1-6: 533
       a) Lc 7,11-16: 539







         1°) σάρξ. 724
         2°) sώma.. 727




















































Capítulo IVJesucristo y su “lectura” de los signos del Reino, como praxis de investigación, conocimiento, adhesión y preservación de la verdad acerca de Dios, de la Iglesia y del hombre, y de las implicaciones de ésta sobre el obrar










“Cuando veáis que sucede esto,
caed en la cuenta de que el Reino de Dios está cerca”
(Lc 21, 29-31).



En los capítulos precedentes se ha venido preparando y delimitando el terreno para emprender ahora propiamente nuestra investigación. El Modelo hermenéutico que empezamos a ejecutar a partir de este momento ha exigido que, al menos de una forma introductoria y somera, primeramente expusiéramos los presupuestos y los marcos teóricos y vitales actuales sobre los que se sustenta. Esto nos ha llevado, en su orden, a “recuperar la memoria” para traer al presente el proceso que ha ido conduciendo a la renovación de la docencia de la teología en las facultades no-eclesiásticas de la Pontificia Universidad Javeriana, al mismo tiempo que para tomar distancia crítica en relación con él; a reconocer el contexto en el que ha surgido y en el que se ha desarrollado una teología del derecho canónico; a volver sobre nuestra tesis doctoral en Derecho canónico (1996) y sobre las situaciones posteriores que imponen nuevos y más actuales y radicales planteamientos; a retornar sobre las palabras del M. R. P. Péter Hans KOLVENBACH, S. J., Prepósito General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de la Pontificia Universidad Javeriana hasta enero de 2008, en la Universidad de Santa Clara (California) el 5 de Octubre de 2000; a retomar los trabajos investigativos presentados en los últimos años en nuestra Facultad sobre temas vinculados más directamente con esta investigación; y, finalmente, a considerar el Decreto de la Congregación para la Educación Católica (2002) que reforma el artículo 76 de la Constitución SCh en relación con los estudios de Derecho canónico en los postgrados.

El segundo capítulo, por su parte, sirvió para exponer y fundamentar nuestra propuesta de un Modelo hermenéutico que lleve a efecto una teología del derecho canónico: después de hacer el planteamiento del problema que se detecta en la hermenéutica de los cánones, examinamos cuidadosamente la metodología que planteamos.

El tercer capítulo, por su parte, nos ha consentido hacer el análisis de los cc. 748 § 1[1]; 809[2]; 811 § 2[3] y 820[4] del Libro III[5] del Código de Derecho Canónico (CIC) a partir de los términos latinos en los que están redactados. Nuestro propósito consistió principalmente en conocer los siguientes asuntos: estar al tanto de la vinculación existente o no, entre estos cc. y el CIC de 1917; establecer si en la formulación de dichos cc. concurrieron otras fuentes legislativas eclesiásticas; observar los eventuales lugares paralelos con el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; destacar algunos elementos particularmente valiosos a partir del análisis gramatical y lógico de la expresión latina; formular algunos primeros comentarios en relación con el texto, proponiendo, inclusive, una posible nueva traducción del mismo; y, por último, hacer un balance, extraer algunas conclusiones generales del capítulo e intentar una “reductio ad minimum” de los elementos caracterizados en orden a orientar la aplicación en ellos del Modelo hermenéutico.

De esta manera, en el presente capítulo y en los siguientes tendremos que examinar una serie de problemáticas de la realidad, que pueden ser observadas desde diversos ángulos:
           
·         Relativas a las estructuras antropológicas culturales de sentido y a la historia, tales como:

-          ¿Es posible constatar que los seres humanos, en desarrollo de sus capacidades individuales, de su interrelación social y cultural, y de su vocación de plenitud, están llamados a buscar, a conocer, a abrazar y a mantenerse en la verdad, inclusive respecto de Dios y de su Iglesia? ¿Cómo se evidencia esto en la experiencia de los pueblos? ¿De qué manera esto se considera que se ha de llevar a cabo? ¿Qué consecuencias y exigencias pre-morales y pre-jurídicas plantea esta condición para la vida de los individuos y de sus colectividades?
-          ¿Es posible comprobar que, obrando de esta manera, se facilite y se anticipe el esperado progreso de las ciencias que acompañe el paso de cada persona “de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”, y culmine en cada época, pero también en la plenitud de todas las épocas, en el abrazo de los hombres con la verdad total y salvífica? ¿Qué nos refiere, de alguna manera, la experiencia humana, al respecto?
-          ¿Para lograrlo se han creado, entre otras instituciones, las universidades, las Universidades católicas y las universidades y facultades eclesiásticas? ¿Qué ventajas representa ello?

·         Relativas a la pedagogía, a la administración educativa y, jurídicamente, al Derecho canónico, entre las cuales:

-          ¿De qué manera las universidades, las Universidades católicas y las universidades y facultades eclesiásticas han de realizar esta misión y qué criterios de exigencia han de tener para cumplirla?
-          En el supuesto de que ello sea así, en desarrollo esencial de esta misión suya, ¿a las universidades, en general, concierne la preocupación por hacer que todas las disciplinas se cualifiquen, desarrollen y avancen más por medio de la investigación, de la docencia y de la mutua cooperación entre ellas? ¿De qué manera han de lograrlo?
-          ¿A las Universidades católicas incumbe, en consonancia con esa misma misión, crear, desarrollar y mantener unas asignaturas teológicas, cuyo objetivo sea investigar y transmitir el potencial que posee una teología elaborada en diálogo respetuoso con las variadas y autónomas disciplinas que se cultivan en las diversas facultades?
-          ¿A las autoridades y profesores de las universidades y facultades eclesiásticas corresponde, en relación con las demás universidades, especialmente de las católicas, un incansable papel motivador y propositivo? ¿De qué manera habrían de realizarlo?

Sin duda, a estos interrogantes no basta contestar con una simple afirmación o negación. De lo que se trata aquí es de intentar encontrar y explicar el por qué y el para qué de todo ello.

Personas e instituciones inquietas por estas problemáticas, provenientes no sólo del ámbito de la teología, también nos ponen de presente estas mismas inquietudes, especialmente al referirlas a nuestro contexto colombiano. Es así como se considera grave y urgente la situación que manifiestan hechos reconocidos en la actualidad de nuestro País al diagnosticarse, según los expertos, que

“1. No existe un ‘Sistema Integrado de la Educación’ con un norte claro, fundamental para definir la calidad. 2. No existe, en consecuencia, un consenso claro entre el MEN y las IES sobre la forma de entender y medir la calidad de la educación en el país, ni sobre sus indicadores […] 5. No existe un consenso sobre la necesidad de distinguir claramente entre el sistema de “aseguramiento” de la calidad (preservar algo que ya se tiene), y el sistema de “fomento y promoción” de la calidad (impulso al deber ser) […] 7. No existe un consenso suficientemente claro acerca de los límites de la función de la legítima inspección y vigilancia del gobierno, y los límites de la legítima autonomía universitaria”[6].

De igual modo, en lo que se refiere a la integración o coordinación de las actividades que se refieren a la Educación Superior en toda su amplitud afirman que

“4. Existen en el país diversos organismos que apoyan y procuran la calidad, pero no parece haber una suficiente coordinación e integración entre ellos […] 6. Existen actualmente muchos componentes del “Sistema de “aseguramiento” y “fomento” de la Calidad”, pero no están suficientemente integrados entre sí, dando lugar a confusión”[7].

Por su parte, a estos desafíos, entre otros, el Director del Departamento Nacional de Planeación (2006), Santiago MONTENEGRO TRUJILLO respondía con las siguientes palabras con las que concluyó su intervención en la PUJ:

“Todos los demócratas de Colombia necesitamos lograr un consenso fundamental sobre metas y estrategias y convencernos que podemos dejar un mejor país para las próximas generaciones.”[8]

Como podemos observar se trata de asuntos que son de primerísima magnitud también para el Derecho canónico, reconocido como marco global institucional de la vida de los cristianos. Ahora bien, si confesamos y conceptuamos que la persona de Jesucristo es propiamente aquello que diferencia, distingue, fundamenta y, especialmente, urge las normas canónicas, al tratar acerca de estas cuestiones debemos, pues, volvernos a Él como la motivación última y definitiva del obrar cristiano que prescriben los cánones 748 § 1; 809;  811 § 2 y 820. Así, pues: ¿Qué tanto, qué tan cercanamente ello es así? Es lo que intentamos responder desde ahora. Procederemos a hacerlo de la siguiente manera:

En un breve primer momento y de forma introductoria trataremos de ubicar la cuestión relativa a Jesús y a los documentos que recogieron su enseñanza: ¿por qué, y de qué modo, Jesús llegó a ser tan importante para los cristianos de la primera generación, y qué nos puede decir esto a nosotros, cristianos de comienzos del siglo XXI? Luego realizaremos las dos grandes partes de nuestra investigación cristológica: la sección primera, dedicada a la “cristología narrativa” y, posteriormente, la dedicada a la “cristología reflexivo-sistemática”, cada una de ellas con sus subdivisiones o subsecciones. En cada una de ellas la preocupación será siempre encontrar y destacar, en cuanto sea posible, lo que los textos evangélicos y/o neotestamentarios nos refieren de Jesús de Nazaret en relación con los temas o líneas maestras de nuestra investigación: a) de qué manera Jesús buscó, conoció, abrazó y se mantuvo en la verdad, inclusive respecto de Dios y de su Iglesia, y qué repercusiones tuvo ello en los que le rodearon; b) si en tales comportamientos, palabras, actitudes y valores que Jesús vivía, exponía y urgía, se evidenciaba ante todo un “tipo” de ser humano – individual, social y culturalmente – apto y exigido constitutivamente en lo que se refiere a la búsqueda, conocimiento, abrazo y mantenimiento en la verdad, inclusive respecto de Dios y de su Iglesia, y si en ello se expresaba el querer de Dios en relación a Jesús y a todo hombre; c) si algunas de las diversas comunidades que entonces acogieron a Jesús y su Revelación llegaron a expresar, a vivir y/o a formular algunas mínimas normas (morales y/o jurídicas) relativas a la búsqueda, conocimiento, abrazo y mantenimiento en la verdad, inclusive respecto de Dios y de su Iglesia, como necesarias para que cada persona pase consciente y voluntariamente, en la estructura social de su época, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.

El hecho de que hubiera una comunidad de personas, mujeres y hombres, adultos, jóvenes y niños, que no sólo creyó al mensaje de Jesús sino que creyó en Él; que interiorizó sus palabras, sus gestos y sus acciones como resultado de la experiencia y de las vivencias que mantuvo con Él, y que luego las transmitió a otros contemporáneos y a las sucesivas generaciones, primero oralmente e inmediatamente después por escrito, nos dice que su interés consistía no sólo en contarnos una historia, sino en ser los testigos de su presencia viva en medio de ellos y a través de los tiempos[9]. Muchas de esas experiencias y vivencias originales quedaron recogidas en los textos evangélicos, sin duda alguna, pero también en las celebraciones litúrgicas que a partir de Él y en memoria suya se efectuaban, así como en diversas expresiones reglamentarias, fueran ellas morales o incluso jurídicas, que llegaron a ser debatidas y convenidas, porque los caracterizaban y los organizaban.

De Jesús nos ha quedado el testimonio histórico de su persona, de su contingencia, de su humanidad. Y es precisamente este Jesús histórico la norma, al menos negativa, contra cualquier manipulación que se quisiese llegar a hacer del Cristo. La Iglesia cree que en ese hombre Jesús actuaba la libertad de Dios, y que nuestro tiempo (καιρός) se llenó con Él de Dios y de gracia.

Jesús, el Cristo: es imposible separar estos dos momentos, el de la existencia terrena de Jesús y el del anuncio del Resucitado. No sin infligir a la fe cristiana una herida mortal. Y este es el acontecimiento totalmente nuevo y original de la historia humana. A él se dedica el estudio de la Cristología. Nosotros no tenemos el propósito de teorizar sobre él, sino de hacer una consideración global de estos dos aspectos, con el fin de obtener un perfeccionado conocimiento de lo humano que en él se expresaba[10], y de profundizar y motivar mejor un comportamiento moral y jurídico típico cristiano.

En el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, que nos narra Jn 4, 3-42[11]; en el de Jesús con los discípulos de Emaús, que nos describe Lc 24,13-35[12]; o aún quizás en el de Felipe con el funcionario etíope, que nos relata He 8,26-39, quisiéramos ver la que pretendemos que sea nuestra manera de proceder, característica de la “cristología histórica” o “cristología genética”: esmerarnos por reproducir en nuestros interlocutores el proceso que siguieron un día los Apóstoles, y hoy en día siguen los creyentes, y que va desde el encuentro humano con la persona de Jesús (cristología narrativa) hasta la fe religiosa en su trascendencia (cristología reflexiva-sistemática)[13]. Y la de la “teología de rodillas” (H. U. Von Balthasar): como María, que “guardaba todas estas cosas (acerca de su niño), y las meditaba en su corazón[14]” (Lc 2, 19; cf. Jn 19,25-27).

Pero aún más. Nuestro propósito conduce a comprender las exigencias que se derivan para el presente de esa fe en Él, unas exigencias que son morales, e, inclusive, canónicas. Como teólogos y canonistas, es necesario tener presente la necesidad de fundamentar adecuadamente ese modo de proceder, y contribuir a despertar y a educar la conciencia moral y jurídica de los creyentes, de modo que sus actitudes y actuaciones respondan a la madurez de la fe en Cristo que han ido alcanzando y sean expresión del seguimiento de Jesús. Su Evangelio, en efecto, que es todo un modo de vida, está orientado a que los seres humanos lleguen a su plenitud divina, a que todos “tengamos vida en abundancia[15]”, conforme al querer de Dios[i]. Por eso, en lo que hace referencia concreta a las Universidades católicas, es absolutamente necesario indagar si, en efecto, existe una razón original, valedera y legítima, para que “la enseñanza evangélica inspire su administración y gestión”[16] y se deba transparentar en ellas. Tendremos ocasión de irlo viendo en el transcurso de las siguientes páginas, como en un crescendo.

Teología Moral y Derecho canónico están llamados a ser, cada uno a su modo, dentro de su propio ámbito y, como veremos aquí, en su interrelación e interdependencia, una expresión válida, abierta y propositiva de ese seguimiento[17], que a una y a otro toca en forma tan directa y central. Seguimiento que, entre sus características primordiales destaca no sólo el llamado a conducir esta vida presente con los demás hombres y a favor de ellos, sino a que todo el proceso comunicativo teologal, es decir, la búsqueda de la verdad, su conocimiento, su acogida y la permanencia en ella, sean una decisión personal que se vuelva un nuevo modo de obrar, característico de individuos y colectividades, y se integre en ese movimiento de construcción de mujeres y hombres nuevos. Al igual que Jesús de Nazaret, en continuidad con la tradición[18] viva de la Iglesia ("depósito" = gr. Parathéke: Παραθήκε) y recuperando los núcleos fundamentales y permanentes de su enseñanza, tanto la una (la Teología) como el otro (el Derecho), en consecuencia, están llamados a promover una constante “conversión” a la verdad de todas las personas y de los sistemas y estructuras sociales, mediante el anuncio y la denuncia evangélicos. Pues “sin la verdad no puede el hombre vivir en sociedad”[19], ni aún siquiera puede dirigirse hacia su propia perfección[20], ya que la verdad aflora no sólo como un tema epistemológico, ni aún siquiera como un problema ético, sino como un asunto profunda y radicalmente humano, que le concierne y que le exige ser considerado en toda su plenitud; inclusive, si lo quisiera aceptar, y como lo es en realidad, considerarlo como un asunto divino. A esto llama la tradición bíblica “hacer la verdad”, “caminar en la verdad”, “ser de la verdad”.

A esta perspectiva y horizonte hizo Jesús su propio y magistral acercamiento y vivencia. Su persona, sus gestos, acciones y palabras son lo que las siguientes páginas pretenden descubrir y mostrar.  


Notas de pie de página




[1] “Todos los hombres están obligados a buscar la verdad en aquellas cosas que miran a Dios y a la Iglesia; y, una vez conocida, en razón de la ley divina, están urgidos a, y gozan del derecho de, acogerla con los brazos abiertos y mantenerse en ella”. (Traducción del autor). 
[2] “Las Conferencias de los Obispos, si pudiera hacerse y se pusieran a punto todas las cosas, preocúpense por que existan en su territorio Universidades o, por lo menos facultades, distribuidas convenientemente y con enlace armonioso entre ellas, en las cuales se indaguen y se transmitan mediante la enseñanza las variadas disciplinas, teniendo en cuenta la doctrina católica y ciertamente manteniendo intacta la científica autonomía que ellas poseen”. (Traducción del autor). 
[3] “En todas y cada una de las Universidades católicas ha de haber asignaturas en las cuales sean tratadas, reflexionadas y académicamente gestionadas ante todo aquellas problemáticas teológicas que están lógicamente encadenadas con las disciplinas de las mismas Facultades.” (Traducción del autor). 
[4] “Las Autoridades no menos que los profesores de las universidades y facultades eclesiásticas preocúpense de que las diversas facultades de la universidad se pongan al servicio mutuamente en la medida que el asunto lo permita, y de que exista una cooperación mutua entre la propia universidad o facultad y otras universidades y facultades, incluso no eclesiásticas, por medio de la cual ellas mismas se pongan de acuerdo para (lograr) efectivamente, en acción conjunta, un mayor incremento de las ciencias, mediante congresos, investigaciones científicas coordinadas y por otros medios.” (Traducción del autor). 
[5] “De Ecclesiae munere docendi”: “Sobre la función (o misión) educadora (de enseñar) de la Iglesia”. 
[6] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: “Calidad, Ciencia y Tecnología. Aportes de la Mesa de Trabajo MEN-ASCUN sobre esta temática al Foro sobre el Documento «2019 Visión Colombia II Centenario»” (8 de junio de 2006), en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/Planeacion_2007_2016/Documentos/Calidad_Ciencia_y_Tecnologia.pps#258,3,Diapositiva 3 
Según el Documento CONPES 3527, versión del 23 de junio de 2008, elaborado por el DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN – CONSEJO NACIONAL DE POLÍTICA ECONÓMICA Y SOCIAL de Colombia, que traza la Política Nacional de Competitividad y Productividad, se señala entre los “ejes problemáticos que impiden que Colombia sea más competitiva”, el “8. Baja calidad y poca pertinencia de la educación”. General y principalmente el problema educativo colombiano se está mirando desde una perspectiva económica y, más exactamente, laboral. En efecto, si se observa el mencionado Documento se observa allí que su propósito es hacer que “los sistemas educativos y de formación para el trabajo formen el recurso humano requerido para aumentar la productividad y la competitividad del país”; por lo cual se han de priorizar acciones que formen en “competencias laborales” que conduzcan a “Impulsar un nuevo modelo de Formación Profesional en el país, coherente con los actuales requerimientos de transformación y modernización del aparato productivo colombiano y con los retos que impone la Sociedad del Conocimiento”, si bien no se deja del todo de lado el hecho de que se ha de mantener la “Implementación de esquemas flexibles que promuevan la movilidad entre subsistemas, con el desarrollo de competencias básicas, científicas, ciudadanas y laborales como el eje articulador” (p. 46). Un criterio nada desdeñable pero apenas insinuado es el “5. Promoción de la cultura de la responsabilidad social universitaria” que busca “Poner en marcha el Sistema del Servicio Social Universitario que permita a las IES y los estudiantes involucrase en proyectos sociales que contribuyan a la reconciliación y el desarrollo regional” (p. 47). En (consulta diciembre 2008): http://www.dnp.gov.co/PortalWeb/Portals/0/archivos/documentos/Subdireccion/Conpes/3527.pdf
[7] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: “Calidad, Ciencia y Tecnología. Aportes de la Mesa de Trabajo MEN-ASCUN sobre esta temática al Foro sobre el Documento «2019 Visión Colombia II Centenario»” (8 de junio de 2006), en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/Planeacion_2007_2016/Documentos/Calidad_Ciencia_y_Tecnologia.pps#259,4,Diapositiva 4
[8] Santiago MONTENEGRO TRUJILLO, Ex-Director Departamento Nacional de Planeación: “2019. Visión Colombia. II Centenario” Pontificia Universidad Javeriana, 21 de junio de 2006, en (consulta julio 2006): 
[9] Estas ideas las tomo globalmente de: Jon SOBRINO: Cristología desde América Latina México 1977 1-34; 75; 235-267; y de José Ignacio GONZÁLEZ FÁUS: La humanidad nueva. Ensayo de Cristología Santander 1984 15-50 y 122; íd.: Acceso a Jesús Salamanca 1979 76-85. 
Sobre los aspectos propiamente histórico-literarios de la transición de lo oral a lo escrito y de los impactos culturales que, aún hoy en día, este hecho ocasiona, puede verse de Jack GOODY: El hombre, la escritura y la muerte Península Barcelona 1998 141-161 "La escritura y sus consecuencias". 
[10] Soy consciente de toda la problemática que plantean algunos autores sobre el contenido, y no sólo sobre el sentido revelatorio, que tiene la persona de Jesús, conforme a GS 22, y a sus implicaciones antropológicas. Con todo, no podemos sino remitir a los textos que tratan del particular, participando en la tradición de la Iglesia. 
[11] Para un análisis exegético del texto, cf. Fidel OÑORO C.: “«Si conocieras el don de Dios». El encuentro de Jesús con la samaritana: Jn 4,1-42” (Texto de estudio en curso de nuestra Facultad de Teología, 28 de febrero de 2002) 31pp. 
[12] Ya los discípulos de hecho conocían las Escrituras, pero Dios les da una capacidad a sus mentes para que, con una luz nueva e inteligible, puedan juzgar sobre lo que ya conocían; o también, para que puedan juzgar de acuerdo con la verdad divina (en su perspectiva) los acontecimientos cuyo curso natural captan las personas; o, inclusive, para juzgar más veraz y eficazmente lo que habría que hacer, enseñados por Dios. Cf. S. Tomás DE AQUINO: ST II-IIae q. 173, a. 2, resp. Véase el comentario del S. P. BENEDICTO XVI en su audiencia del 12 de diciembre de 2012 a propósito del “memorial”, de su antecedente veterotestamentario y de su iluminación y plenificación en Cristo, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/30184.php?index=30184&lang=sp
[13] Hemos explicado anteriormente el empleo que hacemos en esta investigación de ambos términos, al referirnos a la cristología narrativa o histórica, y cristología sistemática o soteriológica, o, mejor aún, categorial, cf. p. 120. 
En términos muy precisos el Cardenal Marc OUELLET, P.S.S., se refiere a esta, la experiencia fundante de la Iglesia, ayer y hoy: “El Papa Benedicto XVI ha traducido en una célebre fórmula este carácter de acontecimiento de la revelación: «Hemos creído en el amor de Dios» - escibe el Santo Padre – así el cristiano puede expresar la elección fundamental de su vida. Al comienzo del ser cristiano no está una decisión ética, o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte, y con ello la dirección decisiva» (DCE 1b). El cristianismo no es, pues, el fruto de una sabiduría humana, o de una idea genial, sino de un encuentro y de una alianza con una persona que da a la existencia humana su orientación decisiva y su forma. Desde esta óptica, la figura de la Virgen María que ha cooperado en el misterio de la Encarnación del Verbo, permanece como el paradigma insuperable de la Iglesia en relación fecunda con la Palabra de Dios”: “Papa Benedetto XVI ha tradotto in una celebre formula questo carattere di evento della rivelazione: «Abbiamo creduto all'amore di Dio - scrive il Santo Padre - così il cristiano può esprimere la scelta fondamentale della sua vita. All’inizio dell’essere cristiano non c’è una decisione etica o una grande idea, bensì l’incontro con un avvenimento, con una Persona, che dà alla vita un nuovo orizzonte e con ciò la direzione decisiva»6. Il cristianesimo non è dunque il frutto d’una saggezza umana o d’una idea geniale ma di un incontro e di una alleanza con una Persona che dà all’esistenza umana il suo decisivo orientamento e la sua forma. In quest’ottica, la figura della Vergine Maria che ha cooperato al mistero dell’Incarnazione del Verbo, rimane l’insuperabile paradigma del fecondo rapporto della Chiesa alla Parola di Dio”: Presentación de la Exh. Apost. Postsinodal Verbum Domini, 11 de noviembre de 2010, “A. El paradigma mariano”, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26387.php?index=26387&lang=sp
De igual modo la Iglesia, como Jesucristo-Acontecimiento, es necesario ubicarla en su naturaleza íntima en el plan de Dios: “propter nos homines et propter nostram salutem”. El Papa BENEDICTO XVI lo ha subrayado con precisión y claridad, y ha urgido que ella – en la persona de cada uno de los cristianos – lo exprese realmente, vital y vivencialmente: que así como Jesús, antes que ser un Maestro de ética o de moral, como lo reiteramos en estas páginas, tampoco ella lo es ni primera ni principalmente, sino consecuencialmente: “Hoy en día muchos tienen una concepción limitada de la fe cristiana, porque la identifican con un mero sistema de creencias y de valores y no tanto con la verdad de un Dios que se ha revelado en la historia, deseoso de comunicarse con el hombre de tú a tú, en una relación de amor con él. En realidad, como fundamente de toda doctrina o valor existe el acontecimiento del encuentro entre el hombre y Dios en Cristo Jesús. El Cristianismo, antes que una moral o que una ética, es acontecimiento del amor, es acoger la persona de Jesús. Por esto, el cristiano y las comunidades cristianas deben por encima de todo mirar y hacer mirar hacia Cristo, verdadero Camino que conduce a Dios”: audiencia general del 14 de noviembre de 2012 (consulta en la fecha), en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/30024.php?index=30024&po_date=14.11.2012&lang=sp (Traducción mía). 
[14] Acerca de la contraposición que en términos contemporáneos se ha caracterizado como entre “Jerusalén y Atenas”, con todo lo que lleva consigo, bueno es recordar que esta consideración a la que aluden Lucas y los demás autores sagrados, tan “orientales”, diverge de la “razón razonante” y del “pensamiento discursivo”, tan “occidentales” y, sobre todo, típicos de la “modernidad”. Paul EVDOKIMOV, desde la ortodoxia rusa, examinó complexivamente el asunto en su libro L’Orthodoxie Paris Delachaux et Niestlé 1959 7 y 138. 
Refiriéndose, de nuevo, sobre el tema, el Papa FRANCISCO apremiaba el 10 de abril de 2014 a los docentes y estudiantes de los Pontificios Instituto Bíblico y Oriental y de la Pontificia Universidad Gregoriana, instituciones confiadas a la Compañía de Jesús: “Existe necesidad de una verdadera hermenéutica evengélica para comprender mejor la vida, el mundo, los hombres, no de una síntesis sino de una atmósfera de investigación y certeza basada sobre las verdades de razón y de fe. La filosofía y la teología permiten adquirir las convicciones que estructuran y fortalecen la inteligencia e iluminan la voluntad… pero todo esto es fecundo sólo si se lo hace con la mente abierta y de rodillas. El teólogo que se complace de su pensamiento completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir, incompleto, siempre abierto al maius de Dios y de la verdad, siempre en desarrollo, conforme a aquella ley que san Vicente de Lerins describe así: «annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimentur aetate» (Commonitorium primum, 23: PL 50, 668): se consolida con los años, se dilata con el tiempo, se profundiza con la edad. Esto es el teólogo que tiene la mente abierta. Y el teólogo que no ora y que no adora a Dios termina hundido en el más repugnante narcisismo. Y esta es una enfermedad eclesiástica. ¡Hace tanto mal el narcisismo de los teólogos, de los pensadores, es repulsivo!”: discurso de la fecha en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2014/04/10/0257/00576.html (Cursiva en el texto es mía). 
[15] “Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: « Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia » (Jn 10, 10). Se refiere a aquella vida « nueva » y « eterna », que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa « vida » donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre”: JUAN PABLO II, enc. EV 1. 
[16] Misael CAMUS IBACACHE: Prólogo de la obra Las Universidades católicas. Estudios jurídicos y filosóficos sobre la educación superior católica Universidad Católica del Norte Ediciones Universitarias Monografías jurídicas Escuela de Derecho Antofagasta 2007 15. No son suficientes, pues, por sí mismos, y, por el contrario, sí pueden resultar contraproducentes, “procesos de gestión de cambio organizacional” cualesquiera que se pretendan implementar en las instituciones católicas con vistas a generar cambios en ellas. 
[17] Tendremos ocasión de desarrollar brevemente el tema en el capítulo siguiente, al tratar de la kénosis (p. 673 ss) y de sus consecuencias antropológicas (p. 914 ss). 
[18] Cf. la nota (iii) sobre la tradición que hemos colocado en el capítulo II (1.a.2, p. 92). 
[19] ST II-IIae, q. 114, a. 2, ad 1um. 
[20] Cf. ibid., q. 118, a. 4, resp. 



Notas finales

[i] Ya señalamos en el capítulo segundo (p. 115ss) las dificultades inherentes a un tipo de lectura acrítica de los textos evangélicos desde la perspectiva de la teología moral como de la canonística, como, por otra parte, puede ocurrir con todos los demás textos bíblicos. Para hacer conciencia de esta problemática, la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA efectuó un estudio en 1993, L'interpretazione della Bibbia nella Chiesa, sobre las diversas tendencias interpretativas de la Sagrada Escritura en el momento actual, señalando sus posibilidades, pero también sus límites, y señalando que el problema que se ponía no era, ni mucho menos, sólo contemporáneo. Decía en efecto: “El problema es, por tanto, antiguo, pero con el pasar del tiempo se ha acentuado: veinte o treinta siglos separan quizás al lector de los hechos y de los dichos referidos en la Biblia, y esto no deja de suscitar varias dificultades. De otra parte, a causa del progreso de las ciencias humanas, los problemas concernientes a la interpretación han llegado a ser, en los tiempos modernos, más complejos. Han sido puesto a punto métodos científicos para el estudio de textos de la antigüedad. ¿En qué medida estos métodos se pueden considerar apropiados para la interpretación de la Sagrada Escritura? A este interrogante, la prudencia pastoral de la Iglesia ha respondido por mucho tiempo de una manera muy reticente, porque con frecuencia los métodos, no obstante sus elementos positivos, se encuentran ligados a opiniones opuestas a la fe cristiana”: “Introducción: A. Problemática actual”. 
Por la importancia que reviste para lo que un poco más adelante diremos, es importante advertir que el Documento mencionado trata específicamente las perspectivas lingüísticas y literarias, histórico-críticas, sincrónicas y diacrónicas, retóricas y semióticas de interpretación, y, entre todos ellas, las narrativas: “Para la exégesis de la Biblia, el análisis narrativo presenta una evidente utilidad, porque corresponde a la naturaleza narrativa de gran número de textos bíblicos. Puede contribuir a facilitar el paso, con frecuencia difícil, del sentido del texto en su contexto histórico, así como el método histórico-crítico busca definirlo, en el sentido que tiene para el lector de hoy. De otra parte, sin embargo, la distinción entre ‘autor real’ y ‘autor implícito’ aumenta la complejidad de los problemas de interpretación. El análisis narrativo de los textos bíblicos no puede limitarse a aplicar sobre ellos modelos preestablecidos, sino que debe sobre todo esforzarse por corresponder a su especificidad. Su aproximación sincrónica requiere ser completada por estudios diacrónicos. Debe, por otra parte, precaverse de una posible tendencia a excluir toda elaboración doctrinal de los datos contenidos en los relatos de la Biblia, en cuyo caso se encontraría en desacuerdo con la misma tradición bíblica, que practica este género de elaboración, y con la tradición eclesial, que ha proseguido este camino. Es oportuno, en fin, notar que no es posible considerar la eficacia existencial subjetiva de la Palabra de Dios transmitida narrativamente como un criterio suficiente de la verdad de su comprensión”: “I metodi e approcci per l’interpretazione. B. Nuovi metodi di analisi letteraria. 2. Analisi narrativa”. En: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19930415_interpretazione_it.html
La traducción de estos textos y la cursiva son mías. Ha de tenerse presente lo que decíamos al respecto en el capítulo II (p. 116ss).

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